miércoles, 15 de diciembre de 2010
Debido al pasado clásico de Grecia, existía una gran simpatía por la causa Griega en toda Europa. Muchos aristócratas europeos y ricos americanos, como por ejemplo el famoso poeta Lord Byron, que murió en Mesolonghi, tomaron las armas para unirse a los revolucionarios griegos. Otros muchos financiaron la revolución y el historiador escocés filoheleno Thomas Gordon tomó parte en la lucha revolucionaria y escribió una de las primeras historias de la revolución en inglés.Más allá de la idea de cruzada contra los infieles otomanos, fue la herencia clásica la que hizo que buen número de occidentales abrazasen la causa griega. Luis I de Baviera expresó bien esa idea: « Europa tiene una deuda enorme con Grecia [...], les debemos las Artes y las Ciencias. » Los filohelenos se organizan en comités por toda Europa y América. Su principal actividad fue buscar fondos para la compra de armas. Su reparto fue encargado a los más intrépidos.
Cuando estalló la revolución, las atrocidades otomanas tuvieron una gran cobertura en Europa y provocó simpatía hacia la causa griega, aunque los gobiernos inglés y francés pensaban que la insurrección era un plan ruso para apoderarse de Grecia y posiblemente Constantinopla. Los griegos no fueron capaces de establecer un gobierno coherente en las áreas que controlaban y pronto comenzaron a luchar entre ellos. Los combates entre griegos y otomanos continuaron hasta 1825, cuando el sultán Mahmud II pidió ayuda a su vasallo más poderoso, Egipto.
Los primeros movimientos que desembocarían en la Independencia Griega acaecieron durante el último cuarto del siglo XVIII en el que nació el nacionalismo griego. Este nuevo sentimiento fue apoyado por los rusos que incitaron a los Ortodoxos Griegos, correligionarios suyos, a la sublevación contra la dominación Turca Otomana. En 1770 llega la primera evidencia de revolución, que fue encabezada por el conde ruso Alexéi Grigórievich Orlov, pero no tuvo éxito. La Revolución francesa influyó en la preparación de movimientos indepedentistas, como lo fue la importante organización secreta Philiké Hetairía (Asociación Amistosa), creada en 1814 en Odesa con propósito de la revolución y emancipación. En 1820 el Pachá de Grecia (Gobernador del territorio en nombre del Sultán) se niega a enviar a éste los impuestos, por lo que el Sultán envía tropas contra él. En 1821, los campesinos griegos, Polícaros, aprovechan la situación para comenzar la revolución, seguidos por los comerciantes, y con el apoyo de los griegos que habían emigrado a otras zonas de Europa.
En 1821 Alejandro Ypsilantis, máximo dirigente de la Philikí Hetairía entró en Jassy, capital de Moldavia (entonces territorio turco) con un pequeño ejército y meses después, en 1822su hermano Dimitros convocó a una asamblea que proclamó la independencia de Grecia en el teatro de Epidauro. Tras ésta, el Sultán y el Pachá se alían contra la rebelión. Inglaterra y Francia, a quienes interesaba la independencia de Grecia por su comercio con ésta, apoyan militarmente a los independentistas. Rusia apoya también, pero a pesar de eso pelearon prácticamente solos. Las primeras batallas son matanzas en las que gana Turquía (como la de Quíos).
Entre los dirigentes griegos se encontraban Markos Botsaris, Theodoros Kolokotronis, Alexandros Mavrokordatos y Andreas Vókos Miaoulis. Las disputas entre éstos, y la intromisión egipcia a favor de los turcos debilitó a los griegos, pero en 1827, y por un tiempo, la reconciliación entre los dirigentes helénicos posibilitó la aprobación por la Asamblea Nacional de una nueva Constitución republicana y el nombramiento del conde Juan Antonio de Capo d'Istria como primer presidente de la República de Grecia. Las diferencias entre partidos reaparecieron tras esa breve tregua.
En 1827 las potencias acordaron intervenir militarmente sobre la zona de los Balcanes y el 20 de octubre las flotas de Francia e Inglaterra acaban con la turca en la batalla de Navarino.
La presencia de las fuerzas armadas de las potencias y los esfuerzos de Rusia, obligaron a los otomanos a asumir la hegemonía de éstos. El Tratado de Adrianópolis puso fin a las Guerras Turco-rusas de 1828-1829, y a las aspiraciones de Rusia en el sureste de Europa. El Imperio otomano, vencido, aceptó las condiciones que las potencias impusieran sobre Grecia, la independencia de ésta y permitir el libre tránsito por los estrechos de Bósforo y Dardanelos, además de ceder a Rusia los territorios de Valaquia y Moldavia.
En 1830, Francia, Gran Bretaña y Rusia firmaron el Protocolo de Londres, por el que negaban la Constitución griega y declaraban la independencia de una Grecia bajo su protección. La extensión del Estado griego era considerablemente inferior a lo que los griegos esperaban: la frontera norte se estableció ligeramente más al norte del golfo de Corinto, por tener que renunciar al sur de Tesalia.
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