sábado, 18 de diciembre de 2010
Juan Martín Díez, "El Empecinado", nació el 5 de septiembre de 1775 en Castrillo de Duero (Valladolid). Hijo de un próspero campesino, fue labrador (y se conserva su casa en su localidad). A los naturales de Castrillo se les llamaba con el mote de "empecinados", por un arroyo, llamado Botijas, lleno de pecina (el cieno verde de aguas en descomposición) que atraviesa el pueblo y se cree que de ahí le venga el apodo a este personaje.
Desde muy joven tuvo vocación militar. A los 18 años se enroló en la campaña del Rosellón (Guerra de la Convención, de 1793 a 1795). Esos dos años que duró la contienda fueron para él un buen aprendizaje en el arte de la guerra, además de ser el comienzo de su animadversión hacia los franceses.
En 1796 se casó con Catalina de la Fuente, natural de Fuentecén (Burgos) y en este pueblo se instaló como labriego hasta la ocupación de España por el ejército de Napoleón en 1808, suceso que le decidió a combatir a los invasores. Se cuenta que la decisión la tomó a raíz de un hecho sucedido en su pueblo: una muchacha fue violada por un soldado francés al que Juan Martín dio muerte después.
A partir de este suceso, organizó una partida de guerrilleros compuesta por amigos y miembros de su propia familia. Al principio su lugar de acción estaba en la ruta entre Madrid y Burgos. Más tarde combatió con el ejército español en los inicios de la Guerra de la Independencia Española: en el puente de Cabezón de Pisuerga (Valladolid) el 12 de junio de 1808; y en Medina de Rioseco (Valladolid), batalla que se libró el 14 de julio de ese mismo año. Fueron estas batallas perdidas y en campo abierto las que le hicieron pensar que obtendría mejores resultados con el sistema de guerrillas y así comenzó con éxito sus acciones bélicas en Aranda de Duero, Sepúlveda, Pedraza y toda la cuenca del río Duero.
En 1809 fue nombrado capitán de caballería. En la primavera de ese mismo año su campo de acción se extiende por las sierras de Gredos, Ávila y Salamanca, para seguir después por las provincias de Cuenca y Guadalajara.
El cometido principal de estas guerrillas era dañar las líneas de comunicación y suministro del ejército francés, interceptando correos y mensajes del enemigo y apresando convoyes de víveres, dinero, armas, etc. El daño que se hizo al ejército de Napoleón fue considerable, de tal manera que nombraron al general Joseph Leopold Hugo como «perseguidor en exclusiva» del Empecinado y sus gentes. El general francés, después de intentar su captura sin conseguirlo, optó por detener a la madre del guerrillero y algún familiar más. La reacción de Juan Martín fue endurecer las acciones bélicas y amenazar con el fusilamiento de 100 soldados franceses prisioneros. La madre y los demás fueron puestos en libertad.
En 1810 tuvo que refugiarse en el castillo de la ciudad salmantina de Ciudad Rodrigo, al que pusieron sitio los soldados franceses.
En 1811 estuvo al mando del regimiento de húsares de Guadalajara y contaba en ese momento con una partida de unos 6.000 hombres.
En 1813, el 22 de mayo, ayudó en la defensa de la ciudad de Alcalá de Henares y en el puente de Zulema, sobre el río Henares venció a un grupo de franceses que le doblaban en número. Más tarde, Fernando VII daría su consentimiento para que la ciudad de Alcalá levantara una pirámide conmemorativa de esta victoria. Pero en 1823, este mismo rey ordenó su destrucción por ser símbolo de un "liberal"; aunque en 1879 los alcalaínos volvieron a levantar otro monumento al Empecinado, al que percibían como su liberador. Dicho monumento ha llegado a nuestros días.
En 1814, Juan Martín es ascendido a Mariscal de Campo, y se gana el derecho a firmar como El Empecinado de forma oficial.
El 8 de octubre de 1808, se otorga a don Juan Martín Díaz, natural de Castrillo de Duero (Valladolid), el privilegio de usar el renombre de Empecinado, para sí, sus hijos y herederos. El apodo de este personaje histórico ha enriquecido nuestro idioma y así se dice empecinarse a obstinarse o empeñarse en conseguir un fin. No obstante dicho apodo viene de más antiguo pues era el apodo que tenían todos aquellos que nacían en el pueblo de Castrillo de Duero al parecer por la abundancia de pecina (cieno negro) en el arroyo Botijas que cruza el pueblo. La palabra empecinado tenía el sentido, referido a una persona, de sucio y poco cuidado. Pero éste personaje cambió definitivamente el sentido de la palabra, otorgándole mayor nobleza.
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